En este libro lo primero que encontramos es una diferenciación entre el espacio de estar y el espacio de andar. Encontramos el menhir como primera construcción vertical, usado como punto de frontera y guía para los nómadas.
Lo importante es la acción a realizar, no la acción en sí misma, mediante actos aleatorios y azarosos. Hay que andar y “perderse” yendo de un sitio a otro para ver cosas y aprender de verdad.
La carretera es la escultura más bella de la calle, pues crea espacios sin crear propiamente. La ciudad es como un cáncer que asfixia y agota los espacios vacíos.
Lo que más me ha llamado la atención del libro es el concepto de walkabout, en donde los aborígenes australianos a los 16 años se iban de viaje solos por el país para cazar y ver cosas, y después lo plasmaban en un mapa. Lo interesante de esto es que cada mapa es único y aunque por casualidad dos personas hubieran tomado el mismo camino también seguirían siendo mapas totalmente diferentes y personales.
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