En la lectura de este libro podemos hacernos una idea de cuánto dependemos del sentido de la vista y la importancia que le damos al mismo, lo que podría hacer que los demás se vayan atrofiando. Es por ello que debemos hacer una arquitectura que no sea solo para la vista, que para comprenderla no basten las fotos, pues el buen edificio puede activar todos los sentidos. Me quedo con la idea de considerar todos los sentidos como una forma de tocar, de que el tacto acerca mientras que la vista separa, de que el buen olor puede transportarnos a lugares que creíamos olvidados.
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